La Hiruela

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A las faldas del vertiginoso alto de Bañaderos, rodeado por los Picos de La Morra de la Dehesa y Cabeza del Burrial, en un accidentado terreno que discurre entre bellos prados y robledales, se extiende el municipio de La Hiruela. Parece que aquí el tiempo se detuvo hace mucho. Y es que esta pequeña población serrana mantiene su tejido original, apenas sin actuaciones que degraden su estructura urbana.

El acceso a este municipio se realiza por el Puerto de La Hiruela, cuyo alto alcanza los 1.478 metros sobre el nivel del mar y marca la divisoria entre las cuencas de los ríos Lozoya y Jarama. Tanto si eres amante de la fotografía como si eres sensible a los paisajes pintorescos, casi con toda probabilidad, no vas a poder evitar detenerte para observar de cerca las espectaculares formaciones de esquistos que jalonan la carretera.

Este tipo de rocas favorecen su fragmentación en capas delgadas y son empleadas en la mayoría de las construcciones tradicionales de la Sierra del Rincón. Se caracterizan por el brillo de sus minerales; mica, clorita, talco y grafito, entre otros, que le confieren un aspecto mágico.

Panorámica del municipio de La Hiruela
Panorámica del municipio de La Hiruela©Equipo de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón
Variedad de manzana llamada pero
© Equipo de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón

Tras cinco kilómetros de descenso por una sinuosa y estrecha calzada, llegaremos al municipio, conocido hasta 1834 como La Hiruela de Buitrago. El casco urbano está cerrado al tráfico los sábados y domingos, de modo que tendrás que dejar tu vehículo en el aparcamiento gratuito que encontrarás a la entrada del pueblo. No te apures, las distancias aquí son cortas y, además, constatarás muy pronto como las prisas tampoco existen. Este es un destino para desconectar del mundanal ruido y para gozar de la tranquilidad y el sosiego, ya sea en pareja o en familia. No hay “pero” que valga…

Y lo del “pero” viene a cuento porque en La Hiruela hay una variedad de manzana muy famosa y riquísima llamada pero, que se caracteriza por su agradable aroma y su exquisito sabor. En este municipio de la Sierra del Rincón, el cultivo de árboles frutales se remonta a tiempos inmemoriales y, para recordarlo, desde 2006 acontece una de las fiestas más singulares y de mayor renombre de la comarca dedicada –precisamente- al “Pero”.

Condicionada por la climatología, la fiesta varía en el calendario en función de la maduración de la fruta, pero suele celebrarse a finales del mes de octubre. Durante la misma se pueden degustar hasta 30 variedades distintas entre perales y manzanos que sirvieron antaño de sustento económico a los vecinos de esta localidad.

No se conoce la fecha de su fundación pero sabemos que La Hiruela perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, considerada una adaptación histórica de aquellas pequeñas repúblicas que, en la época romana se conocían con el nombre de Curias, en la Edad Media con el de Concejos o Comunes, y actualmente como Comunidad. Su constitución se pierde en la antigüedad, suponiéndose, fundamentalmente, es anterior a la confirmación de su célebre Fuero a la Villa de Sepúlveda por el rey Alfonso VI, en el año 1076.

Estas antiguas comunidades se dividían en ocho partes, conocidas como “ochavos” y, La Eruela (así figura en los escritos), perteneció desde el principio al Ochavo de la Sierra, integrado en el municipio de Colmenar de la Sierra (Guadalajara). Eruela es una palabra antigua que describe la parte de un huerto dedicada al cultivo de las flores. De nuevo aquí aparece la vinculación con la actividad agrícola-frutal que llegó a ser celebérrima en tanto una variedad de manzana, más larga que ancha y conocida como “pero real”, se servía en la mesa del Rey, de ahí su nombre.

Con todo, el principal activo económico de La Hiruela ha sido, de siempre, la renta de pastos y ha determinado su paisaje hasta cierto punto. La hierba de las zonas más altas y de los puertos es considerada de mejor calidad que la de los valles por lo que aquí coexisten en armonía las áreas de cultivo con los árboles, las fincas de pasto con los caminos rurales y las construcciones tradicionales con las modernas infraestructuras.

El 20 de abril de 1490 La Hiruela obtuvo privilegio de villazgo de los duques de Infantado lo que suponía dejar de depender de Buitrago, sobre todo a nivel fiscal, en relación con algunos tributos, como los pechos y alcabalas. Con este nombre se conocían los impuestos más importantes del Antiguo Régimen en la Corona de Castilla que gravaban el volumen de las ventas y generaban más ingresos a las arcas de la corona.

Desde 1554 las Ordenanzas Municipales regularon los derechos sobre los montes y pastos, el uso del agua para el riego de los huertos y establecieron normas para corrales, tapias y cercados para el control del ganado. Según el catastro del Marqués de la Ensenada, La Hiruela contaba entonces con cuadras para sementales, taberna y posada de caminantes.

Tras una segunda división de las provincias, La Hiruela se independizó del ayuntamiento de Colmenar de la Sierra, y desde 1838, se integró a la provincia de Madrid, siendo el pueblo más alejado de la capital. Para entonces el municipio ya disponía de treinta casas y una escuela de primaria mixta.

El tejido urbano, se ha mantenido prácticamente sin variaciones desde el siglo XVIII. Es como hacer un viaje en el tiempo. Su trazado discurre desde la entrada al municipio hasta la Plaza en dos calles paralelas, aunque a distinto nivel, que convergen en la plaza de la iglesia de San Miguel. Sus edificios están construidos de mampostería de piedra y barro, tabiquería de adobe y carpintería de roble en la estructura de vigas, pilares, cargaderos…, gozan de puertas anchas, de madera rústica en las que, ocasionalmente, encontraremos una tabla ancha que tenía la función de impedir la entrada de la nieve y las salpicaduras de agua y barro. También las ventanas suelen tener un bonito recercado de madera. No te dejarán indiferente.