Las primeras referencias al territorio se remontan al siglo X. En 1085 el rey Alfonso VI tomaba Toledo en el contexto de la Reconquista. A partir de entonces, los cristianos empezaron a controlar los territorios entre Segovia y Toledo que incluían la Sierra de Guadarrama.
Preocupados por garantizar el paso entre las dos Castillas, los reyes de la época concedieron privilegios de exención a quienes tuvieran valor para instalarse en estas tierras mencionadas en los documentos como la sierra Araboia.
Esta designación fue empleada, por lo menos desde 938 hasta 1096. En ese año, la comarca de Buitrago que, en su origen perteneció a Segovia, se convirtió en capital de su propia comunidad de Villa y Tierra. Eso significaba que su Concejo gozaba de autonomía en materia judicial, económica y militar.
En 1265, el rey Fernando III confirmó los privilegios de Buitrago y organizó la transhumancia del ganado ovino, motor económico de todos estos pueblos de la sierra durante siglos.
Los municipios de la Sierra del Rincón estuvieron incluidos en el ámbito de la llamada Tierra de Buitrago que, desde finales del siglo XIII se convirtió en señorío y, posteriormente, fue feudo de los marqueses de Santillana y duques de la poderosa casa del Infantado: Los Mendoza, un linaje clave en la sociedad y la literatura castellanas durante el reinado de Juan II de Castilla. Sus territorios estuvieron integrados en la provincia de Guadalajara hasta 1833 que se convirtieron, administrativamente, en parte de Madrid.
Los Duques del Infantado obtenían pingües rentas de su villa de Buitrago. Y, tal como hicieron previamente los reyes de Castilla, utilizaron los pueblos de la Sierra del Rincón para ir de cacería. Es evidente que la riqueza cinegética de estas latitudes viene dada por su condición de zona arbolada. El oso y el lobo se repartían la supremacía del territorio frente a corzos y jabalíes. El lobo, por no ser considerado caza mayor, logró sobrevivir unos años más. Peor suerte corrió el oso, objetivo de los reyes cazadores, que quedó exterminado aunque su legado siga presente en el escudo de Madrid.
En todo caso, valgan los ejemplos anteriores para saber que para preservar su coto, los reyes y aristócratas medievales dictaron severas normas (entre ellas la de apagar el fuego en el bosque) para proteger el cobijo de la caza y, también sus aguas, pues también solían ir a pescar ricas truchas al río Lozoya. Ambos factores serían determinantes para dibujar el actual paisaje de esta Reserva de la Biosfera.
En 1808 un poderoso ejército avanzaba rumbo a Madrid por el puerto de Somosierra. Allí le esperaban 9.000 españoles al mando del general Benito San Juan. La resistencia fue vana, la llamada caballería polaca, con 450 jinetes, terminó reventando las baterías españolas y la toma del puerto permitió a Napoleón llegar a la capital en sólo cuatro días.
El avance de los franceses supuso el incendio y destrucción de la parte histórica de Buitrago y de pueblos como La Cabrera además de algunos bosques de la Sierra.
La mal llamada “Sierra Pobre”
El olvido y el aislamiento que en el pasado le valieron el injusto sobrenombre de Sierra Pobre, con el paso del tiempo, se han convertido en los mejores aliados. Después de sobrevivir a décadas de abandono que acentuaron la despoblación sufrida por toda la España rural, hoy los pueblos de la Sierra del Rincón se encaminan con esperanza hacia una nueva época de su historia, convertidos en atractivos centros de turismo rural. El imprudente desarrollo urbanístico que ha afectado a otros lugares de la sierra se ha sabido mantener aquí bajo control preservando así su paisaje, sus bosques, sus aguas, su naturaleza en suma, lo que le ha valido ser incluida como una más de las 500 reservas de la biosfera del planeta.
La arquitectura rural es el reflejo de las actividades económicas de antaño de las que aún quedan vestigios en fuentes, molinos, fraguas, tinados, toriles, colmenares, regueras, potros de herrar o casas tradicionales.
Arquitectura residencial. La vivienda rural
Una de las señas de identidad de los pueblos de la Sierra del Rincón es su vivienda, reflejo del modo de vida de sus habitantes. En ella se pueden reconocer muchas de las claves de su historia y su cultura.
La trama urbana en todos estos pueblos, típicamente ganaderos, es sencilla. Sus trazados están condicionados por el clima y la topografía donde se asientan; casas adyacentes y compactas para abrigarse de los rigores del clima, calles que conducen a huertos, prados y cañadas; espacios libres para regueras que conducen el agua desde los manantiales que nacen por encima del pueblo.
En el centro del caserío se localiza la plaza, donde se encuentran la Casa Consistorial, la fuente y la iglesia. En la actualidad la mayoría de las construcciones nuevas respetan las características arquitectónicas tradicionales (en cuanto a tipología y materiales), lo que favorece la calidad del entorno.
El modo de construcción de la vivienda con materiales autóctonos, que acumula siglos de tradición, contribuye a la integración de los núcleos rurales dentro del paisaje en el que se asientan. El modelo tradicional de vivienda, denominada “casa serrana”, consiste en muros de mampostería de piedra (esquistos o gneises) sin labrar, bien guarnecidos interiormente con adobe, o bien sentadas con morteros de barro y piedras más pequeñas (o “ruchos”).
En la base y en los ángulos de la casa se suelen colocar bloques de piedra más grandes y rectangulares o “sillares”, que aportan mayor solidez. Tanto en los forjados como en la estructura se emplean grandes vigas de madera de roble o pino.
Los huecos de la fachada, escasos y más bien pequeños, suelen estar enmarcados por grandes piezas de roble visto o ladrillo de tejar. Pero también a veces este tipo de construcción muestra variaciones que denotan la influencia de los otros lugares. Así, por ejemplo, en Puebla, no es extraño ver casas tradicionales hechas de madera, forradas de piedra y donde se utiliza el adobe, característico de la vecina Guadalajara.
La vivienda tradicional suele tener una o dos plantas. En este último caso, en la planta de arriba se encuentran los dormitorios y una cámara que se destinaba al almacenaje de la cosecha anual de cereales y de algunos útiles de labranza. En la planta baja se sitúan el portal, la sala, el hogar o cocina y la cuadra.
El núcleo de la vivienda se articula en torno a la cocina, oscura, pues sólo recibía luz por la chimenea, en la que se encontraba una despensa y un horno de grandes dimensiones. El horno, en algunos casos, sobresale de la edificación como una especie de ábside adosado a la casa, y lleva una cubierta independiente muy típica de la zona (a modo de tejadillo a dos aguas). En Montejo puede observarse algún caso de horno colgado en un primer piso. En la parte posterior de la vivienda, con salida a un patio posterior solía estar la cochiquera.
Las cubiertas, generalmente a dos aguas y de poca pendiente, suelen seguir la inclinación del terreno, dando una impresión de construcciones aplastadas y aterrazadas integradas en el paisaje. La teja de cerámica árabe de la cubierta exterior, también utilizada en remates artísticos y chimeneas, al envejecer, diluye sus tonos rojos, lo que también contribuye a su integración en el entorno. Las tejas se encajan y anclan con argamasa o adobe sobre maderas que se apoyan a su vez sobre vigas o guías que descansan sobre los gruesos muros de piedra.
Arquitectura asociada a los oficios
Edificaciones de mampostería poco labrada, que servían para guardar el ganado, almacenar aperos o refugio de pastores.
Destacan los tinados de Puebla y Prádena, el colmenar de La Hiruela o los chozos de pastores de Montejo de la Sierra. Las casillas de la Ciguiñuela, al sur de Puebla, son un conjunto de construcciones muy interesante.
Los molinos harineros, potros de herrar y fraguas son testigos de oficios tradicionales de organización comunal.
Entre las fuentes, pilones y abrevaderos merece destacarse la Fuente Vieja de Puebla de la Sierra construida en 1589.
Muros de piedra seca y cerramientos
En la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón abundan los cercados y se utilizan no solo en las vías pecuarias, también se usan para acotar huertos, dehesas y tierras de labor. Suelen ser muros de piedra (esquistos, gneis, cuarcita y granito) rematados con lajas de piedra, zarzas, ramas y troncos. Se les denomina muro de piedra seca porque no se utiliza argamasa para la unión de las piedras. Es una habilidad ancestral única de las zonas de sierra transmitida de padres a hijos. La finalidad principal es impedir el paso del ganado, por ello son de escasa altura. Otros cerramientos están hechos con estacas de madera, troncos unidos con ramas y zarzas.
Las puertas de los muros, llamadas «zarzos» están formadas por ramas paralelas entre las que se colocan otras perpendicularmente, una de las ramas laterales se ajusta a una concavidad de la piedra y se avisagra con cuerdas.
Los Sistemas Tradicionales de Riego "La Reguera"
La reguera es la infraestructura empleada para trasladar por caída aguas superficiales naturales (manantiales, fuentes, ríos y arroyos) hasta prados y huertos.
Esta forma de riego tiene connotaciones históricas y socioecómicas muy relevantes dado que se han venido realizando a lo largo de siglos por los vecinos de estos municipios. También ha desarrollado fuertes vínculos emocionales y expresiones culturales reconocibles, siendo un buen ejemplo de Patrimonio Inmaterial que debemos conservar.
Arquitectura religiosa. Ermitas e iglesias
La iglesia de Santo Domingo de Silos (Prádena del Rincón) y la iglesia renacentista del siglo XV de San Pedro in Cátedra (Montejo de la Sierra), con artesonado mudéjar y una talla del siglo XII, están catalogadas como Bienes de Interés Cultural.
En Horcajuelo de la Sierra, la iglesia barroca de San Nicolás de Bari data del siglo XVII, con una capilla gótica del siglo XV.
Son varias las ermitas existentes: de la Soledad (siglo XVI) y Nazaret en Montejo de la Sierra; de Nuestra Señora de los Dolores en Horcajuelo de la Sierra o de la Soledad en Puebla.
El análisis del paisaje permite comprender e interpretar el mismo entendiéndolo como resultado de la acción de la sociedad sobre el medio. Cuando miramos un paisaje además de apreciar sus valores estéticos es interesante imaginar cómo las diferentes culturas se adaptan a él, cómo los efectos del impacto ambiental de las actividades humanas quedan visibles durante años o siglos, conocer la complejidad de las interacciones ecológicas entre sus elementos. Por último, es interesante saber que el paisaje no es algo estático.
Todos estos conceptos son visibles en la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón. El pertenecer durante siglos al Señorío de Buitrago y el sometimiento a las ordenanzas de Villa y Tierra son algunos de los causantes de la actual configuración, dado que esas leyes iban encaminadas a preservar los valores naturales del Señorío, fomentando sobre todo la vocación ganadera.
Las condiciones ambientales de este territorio sólo permitieron a sus habitantes desarrollar una economía de subsistencia, aprovechaban los recursos naturales que les ofrecía el campo, modelaron sus bosques, cultivaron el terreno, el ganado modificaba el crecimiento de la vegetación, todo esto junto con sus compactos cascos urbanos de piedra y diferentes actuaciones forestales en el siglo XX son los ingredientes que conforman el paisaje actual.