Taller de fundición de campanas
Una de las curiosidades de La Hiruela es su molino de agua. Para llegar hasta él, partiremos desde las inmediaciones de la Plaza de San Miguel de La Hiruela, por un camino que discurre paralelo al arroyo de la Fuentecilla, en medio de avellanos y álamos temblones hasta confluir con el río Jarama.
Las obras de restauración sacaron a la luz el primer taller artesanal medieval de fabricación de campanas con sus respectivos moldes y un horno para la fundición que, dicho sea de paso, es uno de los mayores y mejor conservados de toda España. El sorprendente hallazgo aconteció mientras se buscaba la ubicación idónea para el nuevo sistema de calefacción del templo. Durante las catas arqueológicas previas a la construcción del nuevo cuarto de calderas, emergió una estructura de barro y tierra muy roja que se limpió hasta descubrir que se trataba de un horno. Su buen estado de conservación motivó la ampliación de la excavación poniendo al descubierto toda la estructura, en cuyas esquinas, apareció lo que parecía un molde de campanas. Se han rescatado hasta un total de seis que, sumados al horno, conforman un conjunto completo y sin parangón del trabajo industrial de la fundición histórica de campanas. La datación del yacimiento se ha situado en el siglo XVI, en concreto, entre los años 1510 y 1566, una cronología que coincide con la de otros talleres similares diseminados por la Península Ibérica.
Rodeado de abedules, sauces y álamos que hoy en día dan sombra a un merendero al aire libre con mesas y un aula apícola, se erige este molino rodezno, totalmente restaurado, que estuvo en funcionamiento hasta 1960. Está dotado de parte de su maquinaria original que, por cierto, funciona y aprovecha la fuerza del cauce del Jarama para moler el grano y hacer la harina.
Al parecer, durante la Edad Media, los maestros campaneros se desplazaban hasta los lugares donde se construían las iglesias y allí instalaban sus talleres. Éstos se excavaban en el suelo y, una vez terminados los trabajos, enterraban o destruían los hornos y los moldes para así preservar el secreto de la fórmula de trabajo del maestro artesano. El hallazgo de esta fundición de Prádena del Rincón, por tanto, resulta clave para entender el proceso de fabricación artesanal de campanas que se iniciaba con la confección de un molde de barro que luego enterraban, dejando sólo libre el hueco por el que entraría el bronce fundido. Sobre los moldes enterrados se levantaba después el horno desde el que caía el metal fundido. Posteriormente se desenterraban y se liberaba la campana de su molde de barro.
Potro de herrar
No lejos de ahí, en una plaza situada a la entrada de Prádena del Rincón, junto al desvío que conduce a La Hiruela y La Puebla, se yergue un potro de herrar, un vestigio del pasado ganadero de este pueblo de la sierra.
Está conformado por seis bloques verticales de piedra de esquisto. Entre las cuatro piedras delanteras hay unos travesaños de madera que permitían el desplazamiento del yugo hacia delante o hacia atrás, en función del tamaño del animal. Generalmente eran bueyes, mulas y vacas de tiro.
También se distingue en la parte superior de los bloques traseros el llamado portacinchos que servían para sujetar al animal de labranza por la tripa. Este travesaño permitía el giro como una polea para poder izar al animal, cuyas patas eran atadas a unos apoyamanos compuestos por pequeños maderos verticales -o también de piedra- que se clavaban en el suelo.
El conjunto está rematado por un yunque para hacer más gráfico aún este instrumento tan frecuente en los pueblos transhumantes, pues se solía herrar antes de partir hacia tierras extremeñas.
Cañadas y Cordeles
Fueron colocadas en este terreno comunal por cinco familias de apicultores, con troncos de gran porte pertenecientes a diferentes árboles, para que las abejas ubicaran en ellos sus colmenas y así poder extraer luego la miel.
La base de la economía de este pueblo residió hasta hace poco en la ganaderia, el Catastro de Ensenada registra 1.700 cabezas de ganado incluyendo vacas, bueyes, ovejas, cabras y cerdos. De la gran importancia de la ganadería de esta zona atestiguan las abundantes Vías Pecuarias que encontraremos atravesando su término como la Cañada Real de las Merinas que cruza Prádena del Rincón desde Tamajón (Guadalajara) rumbo a Lozoyuela y Madrid. Otra infraestructura ligada a la importancia que tuvo la ganaderia ovina es el Área de Interpretación de la Trashumancia, situada junto a la pista polideportiva.
Antiguamente, las explotaciones apícolas eran familiares y sedentarias ya que la miel se elaboraba de forma artesanal. En la actualidad, el sistema más utilizado en España es la transhumancia. Las colmenas se trasladan a otras zonas al atardecer, una vez que las abejas han regresado, hacia otras regiones y, de este modo, aprovechar la floración en cada época del año.
Chozos y Tinaos
Las viviendas de carácter rural se mezclan en Prádena con construcciones de uso agropecuario. Entre ellas cabe destacar tres chozas (sustituir por chozos) situados cercanos a la carretera en dirección a La Hiruela y Puebla, a escasos kilómetros del potro de herrar. Si eres aficionado a la fotografía no podrás resistirte a inmortalizar sus tejados o sus fachadas enfoscadas y encaladas. También es común que recorriendo las Sendas Verdes de Prádena del Rincón te encuentres con los «Tinaos» o cerraderos, se construyeron para cobijar el ganado en las noches de invierno y suelen ser construcciones rectangulares de piedra con el tejado a una o dos aguas.
Antiguamente, las explotaciones apícolas eran familiares y sedentarias ya que la miel se elaboraba de forma artesanal. En la actualidad, el sistema más utilizado en España es la transhumancia. Las colmenas se trasladan a otras zonas al atardecer, una vez que las abejas han regresado, hacia otras regiones y, de este modo, aprovechar la floración en cada época del año.